sábado, 9 de mayo de 2015

Y así surgió todo. Primeras manifestaciones poéticas en la lírica tradicional castellana.




Generalmente, no se sabe cuando se empezaron a cantar estas primeras manifestaciones orales que tomaron la sabia forma de la poesía. Lo que sí sabemos es que nacieron en el seno del sector más humilde de la población: el pueblo. Una de las características más esenciales fue la oralidad, ese rasgo que tanto enigma supuso a lo largo de la historia de la literatura medieval, de la que sólo conocemos la punta del iceberg. Los villancicos (canciones que cantaba el villano, habitante de la villa, pueblo) fueron las primeras muestras poéticas con rasgo cancioneril en nuestra literatura popular. A pesar de que casi toda la literatura popular que existía en aquellos tiempos en la actualidad se ha perdido, conservamos algunos fragmentos gracias a la labor de los autores cultos, que escribieron las canciones que las muchachas cantaban alegremente en el campo y las añadieron a su obra, a pesar de que en un principio las ignoraban. Sin embargo, aunque los primeros testimonios escritos de estos villancicos daten del siglo XV, la gente ya cantaba mucho tiempo atrás.

Tenemos dos tipos de canciones: las populares y las cultas, pero todas ellas están recogidas por poetas o músicos cultos. Lo curioso está en la mezcla, ya que cogían la cabeza del villancico inicial y lo añadían a las glosas, cultas y de su propia aportación. De esta manera, ya tenemos la estructura de este tipo de canción: la cabeza o parte breve y las glosas. También hay algunos que lo único que tienen es cabeza, aunque tenemos que tener en cuenta que es muy probable que se perdiera el resto, ya que se trata de lírica muy antigua y de la que apenas tenemos material suficiente. Aún así, no hemos tenido problema en darnos cuenta de las similitudes y diferencias que separan al villancico de otras manifestaciones líricas, como las cantigas gallego-portuguesas y las jarchas. Las jarchas eran remates en mozárabe que aparecían en aquellos poemas árabes llamados moaxajas. Coincide con el villancico en que eran breves y en la participación de personajes como el llamado amigo (habib, en la jarcha) o la madre, que ejercía de confidente. En el caso de la lírica gallego-portuguesa, se dividía en: cantigas de amor (una voz masculina se lamentaba por la ausencia y rechazo de la amada), cantigas de amigo (una voz femenina se lamentaba por la ausencia del amado) y cantigas de escarnio, de tono satírico. Aunque el uso del paralelismo es la principal relación de este tipo de lírica con el villancico, encontramos otros aspectos, como el tópico de la ausencia del amado/amada. A pesar de esto, hay que observar un aspecto bastante interesante: el paralelismo se da, en general, en todas las manifestaciones poéticas, por lo que no hay que decir que todo el paralelismo es gallego (con la excepción de, en términos más concretos, el leixa-pren). El hecho de que los villancicos, las cantigas portuguesas y las jarchas mantengan sus similitudes nos hace pensar que compartieron época y voz.

En cuanto al estilo, fonéticamente el villancico presenta paralelismos fonéticos y acentuación recurrente. Hay escasez de adjetivos y verbos, sintaxis elemental, yuxtaposición y asíndeton en lo que se refiere a la morfosintaxis. No nos tenemos que olvidar de la función tan importante que cumplió el vocativo, ya fuera el amado, la madre o la hermana. La semántica es bastante sobria en cuanto a sentimientos, en contraste con el siglo XV. También el premio ganador de realismo se lo lleva la lírica popular, frente a las alegorías del siglo prerrenacentista. Esto podría deberse principalmente al lenguaje cotidiano y el marco cultural y popular que cubría todas estas letras. Como hemos dicho, el villancico se caracteriza estructuralmente por tener dos partes: el villancico inicial y las glosas. El villancico inicial mantiene el trístico como aspecto externo predominante, mientras que el dístico reina en lo que se refiere a la estructura interna. La variabilidad, la rima asonante y los versos sueltos ponen un sabor rítmico a esta parte. En cuanto a las glosas, se incorpora el zéjel, que procede de la cultura árabe. En lo que se refiere a la estructura interna, hay un interés por explicar y complementar el contenido. La temática no destaca menos que los aspectos formales, ya que nos encontramos dentro de este aspecto muchos detalles interesantes que luego se proyectaran en la literatura española posterior. El tema predominante es el amor, donde nos podemos encontrar dos facetas: el encuentro amoroso alegre (entra en juego también la naturaleza y la declaración teniendo a la madre como confidente) y las penas amorosas (infidelidad, ausencia, obsesión, rechazo...). Aunque el amor ocupa gran parte del protagonismo de este tipo de poesía, nos podemos encontrar otros temas menos comunes, como las celebraciones, el escarnio y la tierra.

[Pésome, cuytada,
desde amanecía],
porque ya goçaba
del que más quería.
[So ell enzina]

[Porque ya goçaba
del que más quería]:
¡muy bendita sía
la tal rromería!
[So ell enzina]


La jarcha conserva su carácter especial cuando se compara con su seno madre: la moaxaja. Eran poemas árabes que se clasificaban dentro de la poesía lírica culta y que se caracterizaban por utilizar un final chocante, que impactara al lector, lográndolo de dos maneras: el cambio de registro y el cambio de idioma. En el primer caso, nos encontramos con un contenido en la moaxaja de carácter culto, para luego insertar el remate de carácter popular con la jarcha, que sentencia el final. Por otro lado, tenemos que tener en cuenta que la moaxaja estaba escrita en árabe, pero la jarcha no: estaba en romance. Esto ha dado que pensar a la crítica, llegando a la conclusión de que los poetas habrían tenido que escuchar a las mujeres cantar esas canciones en el primitivo castellano para después trasladarlas a los poemas cultos. Y sí. He dicho mujeres, ya que las jarchas, debido a su punto de vista femenino, suponen un contraste con el punto de vista masculino de las moaxajas. Estaban escritas con letra árabe, por lo que se tardaron mucho en descubrir, concretamente hasta 1948, cuando Samuel Miklos Stern (1920-1969) supo diferenciar esta forma de literatura aljamiada (en mozárabe, pero con caracteres árabes). 

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